El reciente frente de mal tiempo que afectó a la Región de Coquimbo entre el 30 de julio y el 2 de agosto dejó un saldo mixto: mientras alivió la sequía, también evidenció la fragilidad de la infraestructura urbana en la conurbación La Serena-Coquimbo. En cuatro días, La Serena acumuló 37 mm de lluvias y Coquimbo 72 mm, provocando anegamientos, cortes de conectividad y daños como el socavón en Tongoy, que afectó un poste eléctrico y medidores de agua.
El ingeniero en geomensura Isaías Coronado explicó que los socavones se producen por la saturación hídrica del suelo, que incrementa su peso y facilita desplazamientos. Señaló que estos eventos, frecuentes a nivel nacional, se vinculan a errores constructivos y a una deficiente evacuación de aguas, por lo que urge adaptar la normativa a escenarios climáticos extremos y a la geomorfología del país.
Para Alejandro Orellana, director de Arquitectura de la Universidad de La Serena, el problema radica en que la ciudad carece de infraestructura capaz de captar y conducir grandes volúmenes de agua. Criticó que las lluvias sigan tratándose como excepcionales, lo que se traduce en viviendas que vierten aguas lluvia a las calles y en obras tradicionales insuficientes. Destacó la importancia de avanzar en soluciones basadas en la naturaleza, que aprovechen los sistemas ecológicos para mitigar impactos.
El ingeniero Edmundo González, de Obras Civiles de la ULS, advirtió que la urbanización descontrolada ha eliminado drenajes naturales y reducido la infiltración. La topografía de Coquimbo, con pendientes pronunciadas, favorece torrentes que se acumulan en zonas bajas, donde la línea férrea actúa como barrera. Planteó actualizar el Plan Maestro Comunal con criterios de cambio climático, recuperar drenajes, implementar pavimentos permeables y construir obras de retención.
El investigador Hossein Komasi, de la Universidad Católica del Norte, propuso que el desarrollo urbano futuro se base en modelos científicos que integren factores sociales, económicos y ambientales. Recomendó rediseñar sistemas de drenaje en áreas antiguas, reforzar infraestructura, restaurar cauces y humedales, y ampliar áreas verdes permeables. Coincidió en que la conurbación requiere una planificación que anticipe escenarios climáticos más extremos y reduzca riesgos para la población.